martes, 27 de abril de 2010

Un viernes de teatro


Íbamos de camino al pueblo donde tendría lugar la representación de la obra de teatro. Todos estábamos bastante contentos de saber que solo habíamos tenido que dar dos clases aquel día. Nada más llegar, la gente empezó a dar vueltas por allí, esperando que las profesoras nos avisaran del lugar por donde debíamos entrar y en qué momento debíamos hacerlo. Esa mañana no había desayunado y claro, al ver un quiosco a lo lejos, le pedí a una amiga que me acompañase a comprar algo. El tipo que nos atendió tenía muy mal aspecto: una barba muy descuidada y el pelo largo y grasiento. Su camiseta tenía varias manchas y los pantalones estaban un poco rotos. La verdad es que se me quitó el hambre de repente. Lo peor fue cuando se nos acercó y me preguntó qué quería. Su aliento olía horrible. Miré a mi amiga y me quedé pensando. Le contesté que si me podía decir las bebidas que tenía y empezó a nombrar una larga lista… Aquel quiosco no me gustaba y no sabía cómo irme de allí. Finalmente le dije una bebida rara que escuché una vez y que sabía que no iba a tener. Tal y como pensaba, me dijo que era una de las pocas que no vendían así que, le di las gracias y me fui.

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