lunes, 1 de febrero de 2010

El héroe tragón de China

El héroe tragón de China

Chen Lusheng es un héroe de la Policía de Shenzhen, una moderna megalópolis industrial del sur de China cercana a Hong Kong. El agente, que pertenecía al Departamento de Tráfico, murió en acto de servicio a finales del año pasado.

Pero Chen Lusheng no dio su vida por detener a un conductor borracho ni salvó a un autobús lleno de escolares cuando estaba a punto de despeñarse por un barranco. Sus méritos son más mundanos: el policía falleció de un atracón durante un banquete oficial con funcionarios del Gobierno local.

Tal y como manda la costumbre en China, donde la hospitalidad del anfitrión no se entiende sin agasajar a los invitados con alcohol hasta tumbarlos, el agente Chen bebió literalmente hasta reventar.

Los funcionarios chinos hacen gala de su amistosa campechanía emborrachándose en las recepciones oficiales y saciándose con los más deliciosos y carísimos manjares. Sosteniendo los palillos en una mano, en la otra alternan la copa con los cigarrillos. Las comilonas son regadas con abundantes brindis de, un fortísimo licor parecido al orujo capaz de hacer volcar al más pintado.

Y eso fue, precisamente, lo que le ocurrió a Chen Lusheng, quien, borracho y mareado, se recostó en un sofá, donde vomitó y finalmente pereció asfixiado.

Los empleados no pueden rechazar los brindis que les ofrecen sus superiores, ni siquiera alegando problemas de hígado o que uno tiene que conducir su coche de vuelta a casa. Para no parecer irrespetuoso, al agente Chen no le quedó más remedio que sumarse obediente al licor de los jefes.

Los familiares presionaron a la policía para que fuera condecorado como héroe, pero esta petición tenía otros fines más terrenales: una jugosa indemnización que podría llegar hasta los 6500 €, aunque ellos pedían 480000€. En China, hasta la muerte es una buena oportunidad de hacer negocio.

Todos estos episodios han revelado la corrupción reinante entre los funcionarios estatales, que se aprovechan de sus cargos para sufragar con fondos públicos los excesos de los banquetes oficiales. Se calcula que éstos le cuestan cada año al Gobierno unos 50.000 millones de euros.

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