martes, 1 de junio de 2010

El Coltan

Solemos creer que, al encontrarnos en una zona como la nuestra, vivimos en una situación de cierta superioridad. La supuesta ventaja de la Unión Europea y EEUU, en general del mundo desarrollado, nos hace creer que lo sabemos todo, que todo está estudiado y controlado, y que todo lo que ocurre pasa por nuestras manos antes.

Pero no es así, y miles de acontecimientos y sucesos son sólo conocidas por directores de grandes empresas, políticos y demás personalidades, que ocultan a la población estos hechos por ser ilegales o atroces, o simplemente porque no les convienen.

Muchas veces hace falta que alguien abandone las ventajas y lujos de la vida occidental y se dedique a observar o estudiar algo para quitarle la venda a la gente (a quien no culpo de su ignorancia ya que la mayoría pertenecemos a ese grupo), que sigue pensando lo que nos cuentan, que todo es maravilloso, por culpa de las mentiras de nuestros dirigentes o por inercia, siguiendo incondicionalmente, sin ninguna base o información, a los falsos bienhechores activistas que se autoproclaman mensajeros de la paz por el simple hecho de visitar a los negritos del “tercer mundo”, por ejemplo, y hacer un vídeo con colorines y niños bailando o campañas que no sirven para nada como regalar camellas, como si fueran estúpidos y no se dieran cuenta de que lo que les conviene es el dinero.

Realmente lo que estas personas necesitan es un digno dirigente que les lleve por el buen camino, no les engañe ni se quede con su dinero, y cuente con el apoyo del resto de potencias económicas, que creen que cumplen con su obligación por pertenecer a esa institución que bajo mi punto de vista es algo inútil y no hace más que recaudar, llamada ONU, a la que parece no importarle la situación de los países subdesarrollados.

Hace falta una persona que nos abra os ojos a la situación real y que nos haga reaccionar ante ello.

A mí me ocurrió eso con el escritor Alberto Vázquez Figueroa, al que tuve la oportunidad de escuchar cara a cara en la Feria del Libro 2009. Presentaba su libro Coltan, e hizo una pequeña introducción sobre el tema, del que me mostré muy interesado, y es por ello que me pareció oportuno realizar mi reportaje sobre este mineral que tan poco se conoce por el público en general.

El Coltan es un escaso metal, apagado, de color gris oscuro, formado por Columbita y Tantalita (de los que proviene su nombre Col-Tan), que se encuentra en importantes cantidades en la República Democrática del Congo (donde están en 80% de los yacimientos), en Brasil, en Australia en Tailandia y en Colombia.

Trabajan en la extracción de Coltan alrededor de 40000 mineros, explotados y con unas condiciones de vida miserables, y la cifra sigue aumentando ya que hay campesinos y ganaderos que emigran para realizar este trabajo, aunque en gran parte es extraído por niños, porque que las minas son pequeñas y pueden entrar en lugares estrechos. Se les paga la mitad que a los mineros adultos (quienes cobran 9$ por cada Kg).

El fenómeno del aumento desorbitado del precio del Coltan (400 $/Kg, aproximadamente) es reciente. A finales de siglo, este material se convirtió en un metal esencial para el desarrollo de las nuevas tecnologías, las estaciones espaciales, las naves tripuladas que se lanzan al espacio y las armas más sofisticadas, debido al descubrimiento de las múltiples propiedades del Tántalo (muy resistente al calor, aguanta una alta carga eléctrica...), que permiten la fabricación de condensadores electrolíticos, presentes en casi la totalidad de dispositivos electrónicos como reproductores mp3, teléfonos móviles, GPS, televisores de plasma, videoconsolas, ordenadores portátiles… Ahora decenas de compañías dependen de este elemento vital para sus productos, como Nokia, IBM, Intel, o Sony (quien tuvo que aplazar el lanzamiento de la famosa PlayStation 2 por faltarle ese elemento), entre las que se conoce una gran rivalidad por la obtención del Coltan.

La mayor parte del Coltan extraído tiene como destino los EE.UU., Alemania, Bélgica y Kazajstán, y es la empresa Bayer quien extrae el 50% del Tántalo en el mundo.

Pero la rivalidad en lo que se refiere al Coltan no se queda solamente en empresas con poder, también enfrenta a países, principalmente africanos. Esta competencia brutal por la Columbita-Tantalita (a pesar de la explicación oficial, que alega motivos políticos), fue la principal causa de la Segunda Guerra del Congo (1998-2003), que incluso es comúnmente denominada en el continente negro como “Guerra del Coltan”.

Esta guerra, que enfrentaba a la RDC, Namibia, Zimbawe, Angola, Chad, Libia y Sudán con Uganda, Ruanda y Burundi, y que provocó la muerte de más de cinco millones de personas (la mayor masacre realizada desde la II Guerra Mundial), fue originada en por la depredación de Ruanda, Uganda y Burundi y el ansia de conseguir a toda costa minas de Coltan de su propiedad en territorio congoleño, por el valor creciente del mineral y la situación geográfica privilegiada propicia para su obtención. Todo ello impulsó a estos tres estados a ROBAR directamente enormes cantidades con camiones gigantescos y a INVADIR las provincias más ricas del Congo, con lo que conseguían minas para abastecerse del metal durante mucho tiempo. Utilizaban como excusa que ocupaban ese territorio porque formaba parte de la “Ruanda histórica” de hacía siglos. Esto, pensaréis, es una barbaridad en nuestro siglo, pero a espaldas de nosotros (los ciudadanos que tan enterados estamos de todo), ocurría algo que proporcionaba impunidad a los tres ladrones, y es que éstos eran fieles aliados de Estados Unidos. Cuando este país interviene en algo sabemos de antemano que se saldrá con la suya. Obviamente, siendo una de las primeras potencias económicas del mundo, necesitaba grandes cantidades de Coltan, pero para obtenerlo debía comprarlo muy caro al Congo o a los países, mayormente europeos, a los que éste exportaba, como Alemania. Si sus colegas Uganda y Ruanda lo conseguían, tendría un proveedor más barato y seguro, por lo que sus innovaciones tecnológicas, fabricación de armas, etc., no dependerían de la voluntad europea, y ahora serían ellos, los americanos, quienes controlasen la situación.

La ONU, precedida por otras ONG minoritarias, informaron tímidamente al “primer mundo” de los hechos, pero Europa y EEUU volvían la cara y se lavaban las manos, ya que no les interesaba que se diera a conocer la noticia.

Poco a poco se desencadenaron las tensiones y rivalidades, hasta que finalmente se produjo el estallido de la Guerra por una batalla en la ciudad de Kisangani, y a partir de ahí se desarrolló un conflicto armado brutal, en el que reinaba el odio entre compatriotas, y del que Europa y EEUU parecían no haberse enterado (aunque los americanos, con apoyo del FMI, que es una institución fundada y dirigida por la ONU, y el Banco Mundial financiaban a los ladrones). Finalmente la guerra terminó en 2003 tras la firma del Acuerdo global e Inclusivo de Pretoria, sin consecuencias (más allá de las pérdidas humanas) para Uganda, Ruanda y Burundi, a quienes incluso se puso de ejemplo internacional por grandes economistas como país que más se desarrolló económicamente en los últimos años, ya que hasta canceló su deuda externa (robando, claro).

Es difícil de creer que algo tan poco conocido esté presente en los objetos que más utilizamos en nuestra vida cotidiana y haya ocasionado cifras desorbitadas de muertos, todo ello sin darnos cuenta, por lo que os daréis cuenta del secretismo y el trapicheo que la “gente importante” lleva a cabo. Por lo menos en mi caso personal, no escuché nada relacionado con el Coltan cuando la Guerra estaba en su desarrollo o cuando finalizó (puede que porque tenía nueve años), pero creo que al igual que yo, millones de personas en todo el mundo lo desconocían.

Esto no es algo del pasado, cada día mueren 2000 niños y mineros extrayendo el metal que usamos cuando escuchamos música, hablamos por teléfono o buscamos algo en Internet, y creo que deberíamos reflexionar sobre ello y actuar de forma tajante.

“El fin de la religión, de la moral, de la política, del arte, no viene siendo desde hace cuarenta siglos más que ocultar la verdad a ojos de los necios.”

Enrique Jardiel Poncela

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